En la zona occidental venezolana se rinde culto al santo negro: San Benito, desde Zulia hasta Trujillo y pasando por Mérida se celebra de diciembre a enero las fiestas de San Benito, en donde Giros, Chimbangles y Negros salen a ofrendar al Santo con nubes de pólvora, bailes y misas. Por celebrarse en el mes de diciembre San Benito es incluido en gaitas y festejos que se asocian con la navidad.
En Mérida, específicamente en Mucuchíes se celebra una de las fiestas de San Benito más coloridas y hermosas, una tradición que se ha conservado intacta a través de los años.
Los habitantes de la zona cuentan que en la época de la colonización los pobladores de los páramos se encontraban en guerra pues no querían ser dominados por lo españoles, entre luchas los hombres se enfrentaban pero un día siendo poco el ejercito de hombres y estando cansados no se dejaron abatir al invocar a San Benito, que bajó en una nube estruendosa de pólvora a infundirle valor a los hombres y espantar a los adversarios. Desde entonces se le rinde culto y de los poblados más lejanos del páramo merideño, bajan desde la madrugada del 29 de diciembre hombres, viejos y niños, descalzos, con las caras pintadas de una unción negra, vestidos de negros y con una capa roja, sombrero de cogollo coloridamente decorado, lentes y un trabuco con el que hacen explotar pólvora, formando un ejercito que reúne a más de 3 mil negros, estos salen en procesión quemando pólvora y acompañando al Santo en procesión hasta la iglesia de la plaza, donde el mismísimo arzobispo oficia una misa, lo acompañan también los Giros, que son grupos de baile ataviados de uniformes coloridos y unos sombreros floreados que van acompañados de música de violines, al culminar la misa todos los negros emiten una descarga a unísono de la pólvora que hace retumbar al pueblo y el Santo venerado se queda en la iglesia. San Benito es muy querido en esta zona, ese día en las puertas de las casas se saca al santo y se coloca en pequeños altares iluminados y llenos de flores, así al pasar los negros le descargan pólvora a cada imagen de Santo que encuentran a su paso. Los habitantes de la zona creen profundamente en San Benito y durante todo el año se preparan para pagar sus promesas en esta fecha cuando la celebración engrandece al pueblo que es visitado por incontables cantidades de personas.
Los habitantes de la zona cuentan que en la época de la colonización los pobladores de los páramos se encontraban en guerra pues no querían ser dominados por lo españoles, entre luchas los hombres se enfrentaban pero un día siendo poco el ejercito de hombres y estando cansados no se dejaron abatir al invocar a San Benito, que bajó en una nube estruendosa de pólvora a infundirle valor a los hombres y espantar a los adversarios. Desde entonces se le rinde culto y de los poblados más lejanos del páramo merideño, bajan desde la madrugada del 29 de diciembre hombres, viejos y niños, descalzos, con las caras pintadas de una unción negra, vestidos de negros y con una capa roja, sombrero de cogollo coloridamente decorado, lentes y un trabuco con el que hacen explotar pólvora, formando un ejercito que reúne a más de 3 mil negros, estos salen en procesión quemando pólvora y acompañando al Santo en procesión hasta la iglesia de la plaza, donde el mismísimo arzobispo oficia una misa, lo acompañan también los Giros, que son grupos de baile ataviados de uniformes coloridos y unos sombreros floreados que van acompañados de música de violines, al culminar la misa todos los negros emiten una descarga a unísono de la pólvora que hace retumbar al pueblo y el Santo venerado se queda en la iglesia. San Benito es muy querido en esta zona, ese día en las puertas de las casas se saca al santo y se coloca en pequeños altares iluminados y llenos de flores, así al pasar los negros le descargan pólvora a cada imagen de Santo que encuentran a su paso. Los habitantes de la zona creen profundamente en San Benito y durante todo el año se preparan para pagar sus promesas en esta fecha cuando la celebración engrandece al pueblo que es visitado por incontables cantidades de personas.
Imagen: Miguel Angel Salamanca y Manuel Rivero
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