Apenas a cuarenta minutos de la capital del Estado, después de atravesar hermosos parajes amparados por la colosal figural del Pico Bolívar, se halla la Chorrera Las González , espectacular caída de agua que se despeña junto a otras, en medio de los paredones rocosos del Páramo del Campanario, en cuyas inmediaciones dominan lagunas de subyugante atractivo natural, diseminadas entre páramos cubiertos de frailejones.
Continuando por la carretera princiapal se alcanza Las Crucez, caserío que rememora los antíguos paradores de los pueblos agrícolas de Mérida. Desde este punto hasta Jají la vía se desplaza alrededor de atractivos campos sembrados de frutales y flores de hermoso colorido.
Este pueblecito escondido en el último rincón del camino. Entonces aparece como una estampa de colores con sus lomas y valles que le sirven de trasfondo al conjunto de casas que se agrupan alrededor de la iglesia.
Considerado como uno de los pueblos típicos de Los Andes merideños, Jají conserva aun intacta la arquitectura colonial de etapas remotas, a pesar de la remodelación a ultranza de que fue objeto, cuyos arcos y diseños le confieren recuerdos de parejes bíblicos. A una altura de 1.870 m.s.n.m, su clima oscila entre los 15 y 18º C, aunque en las proximidades del Páramo del Tambor y La Carbonera, la temperatura es mas baja con vientos helados.
Otrora, en esta región pastaban grandes rebaños de ovejas y se establecieron hatos de ganado productores de leche, queso, mantequilla y sus derivados. Terrenos accidentados cubrían una extensión de 130 km cuadrados con formación de valles, lomas, hondonadas, génesis de una miriada de pequeños ríos, acequias y quebradas que en algunos trechos, se presipitan en cáscadas y al término de su recorrido entregan el caudal de sus aguas al río Chama en su peregrinaje hacias las costas del Lago de Maracaibo.
Jají tiene raíces profundas en la historia de Venezuela y es un deber de quienes vimos transcurrir nuestra juventud bajo sus aleros coloniales dar a conocer a las nuevas generaciones de relevo la trascendencia de aquellos fundadores de nuestra nacionalidad y señalar cual ha sido su evolución a través de los tiempos. Herencia de las tribus ancestrales que son hoy los nombres de muchos de ellos se conservan con sentido folklórico regional: Mucundú, Jaguaní, Chichuy, Jajíes y Capaces, entre otros.
Según las crónicas de la época el Capitán Bartolomé Gil Naranjo asienta el pueblo en un lugar próximo a los dominios de los pobladores de Capaz.
Seguramente el aventurero tuvo que cruzar el "Puente del Diablo" sobre el río del mismo nombre, para fundar a San Pedro de Jají, en el año de 1586. Transcurridos 124 años en 1610 precisamente el Capitán García Valera, traslada la recién fundada población, alegando razones de dominio de tierras y mano de obra explotable, al sitio que hoy ocupa en la "tierra de los Xaxíes" bajo la denominación de San Miguel de Jají.
La ambición de los conquistadores era desmedida. En los años siguientes de su fundación, los aborígenes hicieron resistencia a la conquista, lucharon por la libertad desde sus refugios de los páramos entre ellos los belicosos Jajíes. Sin embargo, los conquistadores en función de Justica Mayor, Encomenderos o Capitanes y los mismos componentes de los Cabildos hacían repartos de estancias entre ellos mismos y sus familiares, sin mayor trámite legal que sí mismos.
El paraíso de la pesca en los torrenciales ríos truchícolas y la aventura presente en los caseríos de San Eusebio, amparan el paramito, Piedra Blanca y la Carbonera, lugares donde aún se escucha el melodioso canto de la princesa Mistajá bajo la sombra de los bosques nublados.
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